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La amistad que la guerra se llevó

  • Nicolás La Rocca
  • 14 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 24 jun 2019


El deporte puede unir en determinados momentos a la sociedad de un país y anestesiar por un rato los problemas políticos, económicos o bien nuestros propios temas rutinarios. Pero como lo es para todas las cosas, siempre hay una excepción, y esta misma es el caso de Yugoslavia en la década de 1990.



Vlade Divac (12) y Dražen Petrović (4) en un partido de la selección yugoslava.

Por @nicolarocca___



La selección de básquet yugoslava ha dejado una marca y un legado a fines de los ’80 y durante toda la década del ’90. En los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 logró la medalla de plata y en la Euroliga de 1989 en Zagreb se impusieron ante todos los seleccionados y se quedaron con el oro. En aquella selección jugaban Vlade Divac, serbio, y Dražen Petrović, croata. Representar a Yugoslavia los hizo grandes amigos. Ambos fueron los primeros extranjeros en jugar en la NBA y brillaban ante el mundo con su juego. Divac llegó a Los Ángeles para jugar su primera temporada en L.A. Lakers a mediados de 1989 y Petrović a la ciudad de Portland para jugar en los Trail Blazers.




Divac y Petrović fueron los primeros extranjeros en la NBA.

A finales de 1989 el muro de Berlín cayó y el comunismo comenzaba a perder poderío en el mundo. La caída de aquel muro dio un efecto dominó en muchas partes del mundo, y una de aquellas fue en la República de Yugoslavia. En Croacia empezaron las ilusiones nacionalistas de independizarse y así desprenderse de Yugoslavia. La guerra civil en la costa Balcánica se había originado y entre medio de todo el revuelo, había un Mundial de básquet en Argentina a mediados de 1990. Yugoslavia llegaba a la cita mundialista con un plantel brillante con Divac, Petrović, Toni Kukoč, Žarko Paspalj, entre otros. Los yugoslavos derrotaron en semifinales a Estados Unidos y en la final a la Unión Soviética. En aquella final, en las tribunas del Luna Park se reflejaban banderas de Croacia en modo de provocación, y en medio de los festejos alguien de la tribuna bajó con una bandera croata y Vlade Divac le sacó la bandera y la revoleó para no mezclar la política con el deporte, algo casi imposible en aquella época.



La selección de Yugoslavia campeona del mundo en Argentina 1990.


Lo que no sabía Divac es que ese acto que buscaba mantener al plantel al margen de lo que sucedía en tierras balcánicas, le costaría la amistad con su hermano del alma, Dražen Petrović. La relación entre ambos se fue apagando y dejaron de llamarse todos los días. “Mi país está en una guerra civil, y yo soy croata”, ha declarado Dražen en alguna entrevista de la época. Vlade Divac fue considerado persona no grata en Croacia, pero además de aquello, lo que más le dolía al serbio era no poder sentarse a hablar con su amigo. Los años fueron pasando y ya con Croacia independizada, la selección croata ya aparecía en las grandes competencias de baloncesto con Dražen Petrović como líder. En los JJ.OO. de Barcelona 1992 Croacia se colgó la de plata tras caer ante el Dream Team de los Estados Unidos, y Petrović fue la gran figura croata, justo un año despues de su pase a los New Jersey Nets.




El 7 de junio de 1993, Vlade Divac se encontraba en Hawái y se desayunó la noticia más triste. Dražen Petrović falleció en un accidente automovilístico en Múnich, donde el croata iba a disputar la Euroliga con su selección. La política no sólo se llevó las vidas de muchas personas, sino que también en este caso enfrió una amistad. “Construir una amistad lleva años, pero destruirla, sólo un segundo”, afirma Divac en el documental Once Brothers. Vlade Divac y Dražen Petrović, si es que había alguna ilusión por parte de ambos de juntarse, no iban ni podrán volver a charlar como lo hacían todos los días en aquella primera temporada de NBA.

 
 
 

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